
Inmago Talesmaker era un joven de quince años, de apariencia débil, era mucho más bajo que los demás y era en extremo delgado. Contador de historias por tradición al igual que su padre. Todos en su familia habían sido privilegiados con el talento de narrar cuentos. Fue con la muerte de su padre que Inmago se juró a si mismo ser el mejor contador de cuentos de todos los tiempos.
Como todo niño de su edad ya iba al colegio. Inmago era tímido y callado, pese a ello ya tenía algunos amigos en su clase, pero también como todo joven de su edad tenía personas no tan “amigos” que siempre se burlaban de él y le gastaban muchas bromas por su forma de ser y su aspecto físico. Pero claro también como todo joven de su edad tenía siempre una chica linda por quien suspirar de lejos.
Una tarde durante la clase de gimnasia todos los niños practicaban el juego de disco. Habían formado dos grandes equipos con todos los integrantes de la clase. Pero nuestro Inmago observaba desde las gradas. A él nadie lo había escogido, él permanecía ahí, solo, esperando que uno de los jugadores se lastimara para que él pudiera entrar. Y al parecer tanto era su deseo que finalmente fue eso lo que ocurrió. Un muchacho dio una mala pisada y se torció el tobillo. Su equipo no podía continuar el juego si no encontraban a un jugador sustituto, es mas podían perder el juego si no estaban completos.
El único que estaba por ahí era Inmago y el equipo no tuvo más remedio que hacerlo jugar. Inmago estaba muy contento, al pisar el campo, su corazón palpitaba de emoción. Todos lo miraban con desconfianza pero él no paraba de sonreír.
Todos no cesaban de reír. El rostro de Inmago tenía impregnado la marca del disco en su faz que permanecía rojo por el golpe y un hilo de sangre corría por su frente. Pero para sorpresa de todos, Inmago se puso en pie, retomó el disco y se dirigió hacia la portería contraria a toda velocidad. Nadie podía creer que aquel muchachito tan delgado hubiese soportado semejante golpe, más aún que tuviera tanta destreza. Burlaba uno a uno sus rivales y nada mas bastaba verlo correr para comprender que su único destino era la meta contraria, en sus ojos no existía nada más.
Su determinación era tan firme, que ni aún los jugadores más grandes pudieron detenerlo interponiendo sus pesados cuerpos contra él.
Inmago corría como una gacela a una velocidad impresionante. Nadie lo podía alcanzar. Finalmente quedó a escasos metros de la meta, en cuanto la traspasara le daría el punto de la victoria a su equipo y todos lo aclamarían. Pero sorpresivamente un contrincante aparece y lo derriba por detrás, haciéndolo volar para luego estrellarse en el césped. El profesor marcó la falta.
En casos como este se cobra un lanzamiento libre, obviamente a nadie se le cruzó siquiera por la mente que Inmago lo pudiera cobrar. Fue el líder del equipo quien tomó el disco y se alistó para ejecutar el tiro. Inmago caminó cabizbajo de regreso a las gradas, entonces el profesor lo observó, se conmovió y le pidió al equipo que permitieran que Inmago lo lance. El equipo protestó y se negó rotundamente pero ya era tarde, el profesor había tomado una decisión: Inmago lanzaría.
Para entonces, en las tribunas se encontraba Dafne, una chica de cabellos largos y oscuros, la causante de los suspiros y desvelos del tímido y callado Inmago.
Él se percató de su presencia en las gradas y se puso muy nervioso. Tan nervioso que simplemente atinó a cerrar sus ojos y lanzó a cualquier lado. El disco no pudo traspasar la meta, todas las miradas se volcaron contra Inmago. El pequeño muchacho casi podía sentir como cada una de ellas lo calcinaba con un fuego provocado por la ira.
El contragolpe del equipo adversario no se hizo esperar y como la mayoría de los jugadores contrarios se hallaba en el área opuesta fue muy fácil anotarles. Esto marcó el final del encuentro y la perdida del equipo de Inmago. Todos lo abuchearon y se acercaban a el para darle una tremenda paliza, pero el entrenador los llamó así que no hubo tiempo para eso.
Pero aún así los abucheos y las palabras de reproches habían lastimado los sentimientos de Inmago, quien se retiró muy triste y desanimado. Se sentía
derrotado consigo mismo, ya que no era la primera vez en la que él terminaba arruinado todo: era por él que siempre otros tenían que perder, era por él que los demás siempre tenían tarea extra, era él quien siempre arruinaba la diversión como si todo lo que tocara lo destruyera.
Entonces mientras caminaba desconsolado a casa pudo escuchar una voz muy suave que le decía:
-Estuviste muy bien hoy día, ¿Sabes?, no tenía ni idea que jugaras tan bien- se trataba de Dafne quien le había dado rápidamente el alcance.
Como todo niño de su edad ya iba al colegio. Inmago era tímido y callado, pese a ello ya tenía algunos amigos en su clase, pero también como todo joven de su edad tenía personas no tan “amigos” que siempre se burlaban de él y le gastaban muchas bromas por su forma de ser y su aspecto físico. Pero claro también como todo joven de su edad tenía siempre una chica linda por quien suspirar de lejos.
Una tarde durante la clase de gimnasia todos los niños practicaban el juego de disco. Habían formado dos grandes equipos con todos los integrantes de la clase. Pero nuestro Inmago observaba desde las gradas. A él nadie lo había escogido, él permanecía ahí, solo, esperando que uno de los jugadores se lastimara para que él pudiera entrar. Y al parecer tanto era su deseo que finalmente fue eso lo que ocurrió. Un muchacho dio una mala pisada y se torció el tobillo. Su equipo no podía continuar el juego si no encontraban a un jugador sustituto, es mas podían perder el juego si no estaban completos.
El único que estaba por ahí era Inmago y el equipo no tuvo más remedio que hacerlo jugar. Inmago estaba muy contento, al pisar el campo, su corazón palpitaba de emoción. Todos lo miraban con desconfianza pero él no paraba de sonreír.
Todos no cesaban de reír. El rostro de Inmago tenía impregnado la marca del disco en su faz que permanecía rojo por el golpe y un hilo de sangre corría por su frente. Pero para sorpresa de todos, Inmago se puso en pie, retomó el disco y se dirigió hacia la portería contraria a toda velocidad. Nadie podía creer que aquel muchachito tan delgado hubiese soportado semejante golpe, más aún que tuviera tanta destreza. Burlaba uno a uno sus rivales y nada mas bastaba verlo correr para comprender que su único destino era la meta contraria, en sus ojos no existía nada más.
Su determinación era tan firme, que ni aún los jugadores más grandes pudieron detenerlo interponiendo sus pesados cuerpos contra él.
Inmago corría como una gacela a una velocidad impresionante. Nadie lo podía alcanzar. Finalmente quedó a escasos metros de la meta, en cuanto la traspasara le daría el punto de la victoria a su equipo y todos lo aclamarían. Pero sorpresivamente un contrincante aparece y lo derriba por detrás, haciéndolo volar para luego estrellarse en el césped. El profesor marcó la falta.
En casos como este se cobra un lanzamiento libre, obviamente a nadie se le cruzó siquiera por la mente que Inmago lo pudiera cobrar. Fue el líder del equipo quien tomó el disco y se alistó para ejecutar el tiro. Inmago caminó cabizbajo de regreso a las gradas, entonces el profesor lo observó, se conmovió y le pidió al equipo que permitieran que Inmago lo lance. El equipo protestó y se negó rotundamente pero ya era tarde, el profesor había tomado una decisión: Inmago lanzaría.
Para entonces, en las tribunas se encontraba Dafne, una chica de cabellos largos y oscuros, la causante de los suspiros y desvelos del tímido y callado Inmago.
Él se percató de su presencia en las gradas y se puso muy nervioso. Tan nervioso que simplemente atinó a cerrar sus ojos y lanzó a cualquier lado. El disco no pudo traspasar la meta, todas las miradas se volcaron contra Inmago. El pequeño muchacho casi podía sentir como cada una de ellas lo calcinaba con un fuego provocado por la ira.
El contragolpe del equipo adversario no se hizo esperar y como la mayoría de los jugadores contrarios se hallaba en el área opuesta fue muy fácil anotarles. Esto marcó el final del encuentro y la perdida del equipo de Inmago. Todos lo abuchearon y se acercaban a el para darle una tremenda paliza, pero el entrenador los llamó así que no hubo tiempo para eso.
Pero aún así los abucheos y las palabras de reproches habían lastimado los sentimientos de Inmago, quien se retiró muy triste y desanimado. Se sentía
derrotado consigo mismo, ya que no era la primera vez en la que él terminaba arruinado todo: era por él que siempre otros tenían que perder, era por él que los demás siempre tenían tarea extra, era él quien siempre arruinaba la diversión como si todo lo que tocara lo destruyera.
Entonces mientras caminaba desconsolado a casa pudo escuchar una voz muy suave que le decía:
-Estuviste muy bien hoy día, ¿Sabes?, no tenía ni idea que jugaras tan bien- se trataba de Dafne quien le había dado rápidamente el alcance.
Inmago se puso rojo y muy nervioso, no se le ocurría nada que decirle, su cuerpo entero era un mar de nervios.
La chica se acerco hasta él y continúo hablándole.
-¿Y dónde aprendiste a esquivar de esa manera?
Inmago intentó responderle pero solo atinaba a balbucear y no conseguía decir algo que siquiera sonara coherente, aún así la joven sonrió, un segundo después las amigas de ella la llamaban diciéndole que se les hacia tarde y Dafne dejó a Inmago no sin antes regalarle una nueva sonrisa tan encantadora como la primera.
Eso alegró mucho al corazón de Inmago pero esa alegría no tardó en volverse tristeza al escuchar a lo lejos los comentarios de las amigas de Dafne que decían:
-¿Estás loca? Que hacías con ese tonto...es muy torpe aparte de feo... porque lo buscaste...es muy raro siempre para solo... definitivamente un perdedor....
Inmago dio media vuelta bruscamente, estaba muy triste, corrió y corrió frenéticamente sin destino fijo, corrió tan rápido que no alcanzó a oír la respuesta de Dafne a sus amigas:
-No se... a mi me parece lindo, tiene una inocencia....que no se explicar...eso lo hace especial...
Y es que a veces cuando estamos muy heridos solo escuchamos lo negativo de lo que nos dicen y lo asumimos como cierto y nos olvidamos de escuchar el resto, la otra parte, lo bueno de nosotros y lo que quizás si es verdadero.